Viernes, día 15 de marzo
Luis Jorge González, ocd: Mística y acompañamiento espiritual
Como
introducción, el padre Luis Jorge González nos ha dado las definiciones de mística
y de acompañamiento.
La
definición de mística es hablar de Dios experimentado por los místicos y que
está presente aquí con nosotros, desde nuestro nacimiento hasta la muerte. Es
el gozo profundo de hablar de Dios, que se nos da día y noche.
Mística
se entiende como la experiencia de Dios; experiencia de Dios presente, acogido
e intuido por la fe, la esperanza y el amor. Puede ser el camino, pero también
este instante en que estamos siendo amados por Dios. El fenómeno tras los
místicos es que Dios adquiere solidez objetiva y no desaparece de su campo
mental.
Acompañamiento
espiritual es ser instrumento del Espíritu, siguiendo a san Juan de la Cruz.
Eso comporta “quitarse las sandalia.s ante el otro”, según el papa Francisco.
Todos hemos de llegar a serlo.
Tras
esta introducción, nos ha hablado de la experiencia de acompañamiento
espiritual en una mística: Teresa de Ávila. Tras su conversión al ver la imagen
de Jesús llagado, Teresa pasa por diferentes acompañantes espirituales con
distintos estilos: desde el estilo autoritario del P. Gaspar Daza, pasando por
el acompañamiento democrático —de apoyo— hasta llegar al método empático del P.
Diego de Cetina sj. Este último está centrado en el Espíritu; se trata de
entender un alma y dejar que interactúen Dios y la persona.
Ha
hecho un repaso bíblico a la experiencia de Dios y define la Alianza como
voluntad de autodonación en Dios. En Génesis plantea a Israel hacer una
«alianza eterna de ser tu Dios»; ahí ya vemos un Dios personalista. Luego, en
el Nuevo Testamento anuncia que «un corazón nuevo os daré»; la Nueva Alianza es
Jesús.
En
cuanto a la experiencia mística de la autodonación de Dios, el bautismo es el
inicio de la donación transformadora de Dios. Si llega la noche oscura, qué
podemos hacer: estar con Dios nada más, hacer actos de amor en la fe y la
esperanza. Incluso la noche es Dios. Es el Espíritu, llama de amor, que
purifica el alma.
Dios
se da en su Espíritu para “engrandecer a la persona”. Dios habita en nuestro
interior, activísimo, si le dejamos.
El
acompañante es un instrumento del Espíritu para engrandecer el hombre. El Espíritu
Santo es el verdadero guía. Puede ser formal o informal; debe dejar que el
Espíritu Santo guíe el alma y hacer preguntas a la persona para que sea ella la
que interrogue al Espíritu Santo.
El
acompañante, instrumento del Espíritu para engrandecer al hombre. ¿Cómo puede
ser instrumento? Siendo consciente de las relaciones de la persona con las
Personas divinas y siendo consciente del desarrollo de la persona. Además, como
instrumento debe trabajar por tener una imagen positiva de la persona y un
trato amable.
Como conclusión, es el Espíritu el que nos da: acoger a Dios, ser instrumentos del Espíritu y asociarnos con la Trinidad para engrandecer a nuestros semejantes.
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