El padre señala que el exorcistado se ha abandonado ya en ese momento histórico. Es una época de revolución en España y en otros países europeos (unificación de Italia, pérdida de los estados pontificios...).
Conclusión del Padre en la parte primera: pide perdón a los padres conciliares si está equivocado y sus tesis son una ilusión, ya que son fruto de un ardor en defensa de la madre Iglesia.
Propuestas: crear una orden de exorcistados bajo el pontífice, crear casas de asilo para acoger y curar a los energúmenos, mantener lucha visible y pública entre los poderes de modo que esos establecimientos sean anuncio de las verdades católicas. Proclama la existencia del demonio, la posibilidad de curar siguiendo las formalidades.
¿Se obsesionó el beato Francisco Palau? ¿Fue una visión apocalíptica y desmesurada de la realidad? El lenguaje palautiano es tremendista en ocasiones y suena exagerado al referirse al número de afectados. Creo que eso no resta a su actuación de heroicidad a favor de los energúmenos que acudieron a él. Lo suyo fue pasión de amor, especie de fiebre que nos causa el ardor con el que amamos a la Iglesia. Exorcistado como ministerio de acogida y liberación de los poseídos e influenciados, en una sociedad que daba la espalda a los más miserables. Y esa sociedad no se privó de llamar santo a Palau.
En tiempos recientes, la figura de Palau exorcista ha cobrado fama y difusión. Mucho ha contribuido a ello la devoción que le profesó el padre Gabriel Amorth, que fuera exorcista oficial del Vaticano. "Procuro seguir la línea seguida por un santo español, el beato Francisco Palau carmelita" (padre Amorth). Josefa Pastor habló con él y le dijo que el padre Palau era su guía y acompañante espiritual; "no hago nada si consultarle y él me acompaña".
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