XV edición de la Cátedra Francisco Palau: «Despertando Esperanza»
CITeS
– Universidad de la Mística. Ávila, 23 de marzo de 2025
Esperanza
y misericordia: un encuentro a la luz de la comunión
María
José Mariño, cm
La
esperanza y la misericordia unidas desde la experiencia de comunión: la
esperanza y su radicalidad
Hoy necesitamos más que
nunca recuperar la radicalidad de la esperanza cristiana, respondiendo desde el
Evangelio a una realidad que clama más que nunca por un motivo de esperanza. Es
una fuerza silenciosa y modesta, que solo puede venir de Dios, bajo la que late
un dinamismo confiado en alcanzar la plenitud que aún no poseemos, para caminar
resistiendo la incertidumbre y el absurdo que nos cuestiona. El P. Palau nos
ofrece una clave: la comunión. Nos va a servir sobre todo su vida, su vivencia
del misterio y, sobre todo, cuando se confronta con la fuerza del mal.
La
dialéctica de la esperanza en un mundo desesperanzado
La esperanza adopta
formas distintas según el contexto en que nos encontramos; debe ser una
esperanza encarnada.
El siglo XX ha sido
testigo de a dónde abocan las utopías y los totalitarismos que pretenden salvar
la humanidad. Auschwitz es el símbolo. Vivimos tiempos de incertidumbre e
inestabilidad. La esperanza es siempre fuerza que nos ayuda a tender un puente
hacia un mañana que soñamos.
Necesitamos descubrir la
fuerza de esa esperanza que solo puede comprenderse en relación con la
Trascendencia y con la alteridad, que nos habla de dejar el control, de no
luchar contra los miedos sino de ir más allá. La radicalidad y fundamento de la
esperanza está en que solo puede recibirse como gracia; no se trata de nuestros
deseos ni de un mero consuelo o un anestésico para el malestar del presente. Es
pasión de lo que está por venir, promesa de un futuro que afirma y sostiene el
sentido de nuestro caminar hoy.
La
comunión, fuente y horizonte de esperanza: la experiencia palautiana
La esperanza, confrontada
con la realidad del mal, muestra al P. Palau y nos muestra que es real y que el
mal no tiene carácter definitivo; puede ser una amenaza, pero pierde su fuerza
ante la vida presente de la salvación.
Aunque descubre la
vulnerabilidad que amenaza no poder vivir ese dinamismo, de ahí emerge el
misterio que alienta y fortalece la comunión, el amor, y por tanto la
esperanza. Desde la comunión, la esperanza muestra un rostro fundamental: solo
puede conjugarse en primera persona del plural. Es la esperanza que descubrimos
al vivirnos progresivamente unidos por los vínculos de comunión. La esperanza
en Vallcarca es la del exorcista con sus hermanas y con los energúmenos:
nosotros unidos en el misterio de comunión descubrimos como impulso y horizonte
que nos impulsa a buscar juntos caminos y sin que la herida del mal pueda ya
separarnos. Cuando más lleve el mal el rostro de mi hermano, más fuerte es la
esperanza.
Vallcarca,
lugar de la esperanza: Iglesia, mundo y comunión
Vallcarca va a ser por
excelencia no solo el lugar de la lucha contra el mal, sino el lugar de la
esperanza con la fuerza de la comunión, a través de las comunidades fraternas
que acogen las víctimas y, en su camino de misericordia, se convierten en
sacramento de comunión y salvación. La esperanza que se convierte en lucha y
que, sin embargo, tiene un precio: compartir el camino de la cruz con las
víctimas. Esa esperanza que nace de la comunión y la misericordia tiene un
alcance social y eclesial que tenemos que mostrar.
Esperanza
más allá de las esperanzas: el carácter escatológico de la esperanza, instancia
crítica
La esperanza radical, que
es gracia, va mucho más allá de nuestras esperanzas: trasciende las esperanzas
intermedias, o sea, las formas concretas que adopta la praxis de la esperanza.
Eso lo vive el P. Palau en Vallcarca; cada uno de esos combates es como si
fuera el último, sin embargo, sigue la lucha, los exorcismos. El P. Palau sufrirá un camino
de cruz: la persecución, el conflicto con la Iglesia jerárquica y, sobre todo,
la resistencia de los demonios, pues los energúmenos no se curan. Vallcarca nos
dice que toda victoria sobre el mal es provisional; la definitiva solo la
veremos en el futuro de Dios. Se nos invita a dejar lo logrado para seguir en
camino hacia lo porvenir, que es gracia, es don. Solo entrando en la
radicalidad de la Pascua, de la cruz, podemos descubrir la fuerza de la
esperanza en Dios, que es una esperanza común, no individual.
Eucaristía,
esperanza en el cuerpo de Cristo: la comunión en el hoy, anticipo de futuro.
La experiencia de
Vallcarca se da en un contexto eucarístico, lugar donde se anticipa el futuro y
vivimos el don de la comunión en esperanza. Es alimento para el camino.
Conclusión
Buscamos una esperanza
que guía, da sentido, orienta a la humanidad, que busca vida pero que padece el
desgarro del mal. La esperanza en Cristo es horizonte, sentido, ilumina el
rostro de las víctimas, que ya no son despojos de la historia sino cuerpo de
Cristo crucificado. Es la dimensión social y trascendente de la esperanza.
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