sábado, 22 de marzo de 2025

Cátedra Francisco Palau 2025: Cultivar la esperanza en tiempos difíciles.

Avila, viernes 21 de marzo de 2025

Cultivar la esperanza en tiempos difíciles

Pablo Guerrero, sj

0.- Introducción.

Pablo Guerrero, sj, enmarca la esperanza con las citas de dos papas a las que separan sesenta y dos años: una, de Juan XXIII al abrir el Concilio Vaticano II y otra, de nuestro papa actual Francisco. Vivimos ahora tiempos de «herejía emocional», un concepto que alude a esa falta de esperanza que se nos cuela cuando decimos expresiones «este mundo es un desastre» o «esta Iglesia no hay quien la cambie»; falta de esperanza que es una falta de confianza. Es imprescindible aprender a vivir y observar, saber que somos invitados a ser testigos de esperanza en los tiempos que nos ha tocado vivir. A veces sentimos nostalgia de pasados absolutamente idealizados; los desafíos son necesarios para aprender y madurar, pueden ser oportunidades para crecer y especialmente en el terreno espiritual.

1.- Unas palabras sobre la esperanza.

La esperanza es la fe que mira hacia adelante. La vida espiritual no es una vida espiritual defensiva. No es un soportal en el que nos arrebujamos con otros para protegernos de la lluvia, sino más bien un paraguas con el que nos protegemos de la lluvia. Es decir, es paciente pero no pasiva; nos impulsa a buscar soluciones y requiere un esfuerzo consciente. Las relaciones humanas son una fuente inagotable de esperanza; nos recuerdan que no estamos solos en la lucha. Cultivar la esperanza es hoy un acto de rebeldía, casi revolucionario.

2.- La Iglesia como fuente de esperanza para la Humanidad.

Cómo encontrar signos de esperanza hoy. El ser humano se enfrenta a un vacío espiritual que nada puede llenar. En su anhelo por algo que dé sentido, se repliega sobre sí mismo o sobre su móvil, que es lo mismo; atrapado entre un racionalismo y una tecnología que nos deshumaniza y, al mismo tiempo un hedonismo que intensifica su soledad e insatisfacción.

¿Sigue siendo la Iglesia una fuente de esperanza? Algunos piensan que la Iglesia ha perdido su rumbo; se habla de una época post cristiana. Es indudable que se ha reducido el número de personas que asisten a misa, muchas congregaciones han cerrado sus puertas. En otros países, los cristianos son perseguidos y martirizados.

¿Estamos interpretando bien los signos de los tiempos? ¿No será que nuestra esperanza es débil porque la hemos depositado en cimientos equivocados? La esperanza sobre roca o sobre arena.

2.1.- Las Ilusiones engañosas del Mundo y la respuesta de Cristo.

Jesús también estuvo sometido a esas ilusiones engañosas, son las tentaciones del desierto cuyo poder de seducción sigue tan vigente como entonces. Nadie, ni siquiera la Iglesia, está inmune a esas tentaciones; por eso es vital conocerlas. La primera tentación (convertir las piedras en pan) promete felicidad a través de la plenitud material, del consumismo que nos bombardea. La segunda (arrojarse desde lo alto del templo) supone confiar en el poder y la ostentación («tanto tienes, tanto vales»). La tercera tentación (adorar al diablo) propone adorar ideologías, sistemas o estructuras otorgándoles valor absoluto; al rechazar a Dios, el hombre se aferra a verdades parciales, pragmáticas.

Estas tres ilusiones engañosas permeabilizan nuestras decisiones, nuestras comunidades religiosas, incluyendo a la Iglesia. Si traicionamos nuestra misión y nos convertimos en eco de las ilusiones engañosas del mundo, nos olvidamos de estas verdades. Convertirse, en cambio, es sentirse atraídos por Jesucristo.

            2.2.- La verdadera esperanza.

Está en las respuestas de Jesús: no solo de pan vive el hombre; no tentarás a tu Dios; solo a Dios adorarás. San Pablo en sus cartas nos repite la esperanza que brota de la cruz.

3.- La esperanza de la cruz.

La esperanza nacida de la cruz es indestructible; reconoce los límites humanos y no confía solo en las soluciones terrenales, sino que las integra en el plan de Dios. El cristiano no se rinde ante los problemas del mundo, se compromete a construir un mundo más justo, sabiendo que su esfuerzo culmina con la gracia divina. Primero tenemos que vivir la esperanza nosotros, en una unión con Cristo.

Hoy el mundo busca esperanza no en ideas sino en testimonios. Las conversiones se fueron produciendo al ver cómo los primeros cristianos se amaban. Para mucha gente el único evangelio será ver la vida de los cristianos. Hoy el mundo busca esperanza, pero esperanza de verdad.

Dios se hizo uno de nosotros y escogió mirar al mundo desde la cruz, está en la cruz pero para salvar, liberar. Que esté en la cruz no es justificación de las cruces injustas de la sociedad. La cruz es un umbral que debemos traspasar para llegar a la salvación, que es nuestra esperanza. Solo si aceptamos la cruz, podemos ser verdadera esperanza para el mundo.

            3.1.- La cruz me revela quién es Dios.

Dios está enamorado de nosotros y quiere estar con nosotros. No nos suprime el dolor, pero nos acompaña; así nos consuela, no porque nos quite el dolor sino porque lo llena de sí mismo, de amor.

            3.2.- La cruz me revela quién soy yo.

Nos muestra la capacidad que tenemos cada uno de hacer el mal; muestra el producto de todos los desamores, desesperanzas. Nos recuerda los dolores que nuestro mundo padece. Nos muestra al ser humano desfigurado. La cruz nos enfrenta a nuestra realidad con la seriedad que tienen nuestras acciones y la responsabilidad de nuestras acciones.

            3.3.- La cruz nos enseña cuál es el secreto de la vida bien vivida.

Cristo nos salva porque nos muestra el secreto de la vida bien vivida: contemplar el misterio y el escándalo, dejarnos mirar por el crucificado. Ante el crucificado no podemos tener nada de protagonismo. En el centro de nuestra oración solo puede estar Cristo crucificado. Es reconocer que nuestra vida está llamada a ser así, que nuestra esperanza radica en que solo si el grano de trigo muere… Si nos dejamos mirar por la cruz de Cristo, nos vamos a transformar porque en la cruz descubrimos que el amor es más fuerte que la muerte y que al mal solo puede vencerlo el bien, al igual que a la paz solo podemos llegar por medios pacíficos.

4.- Hacia una espiritualidad de la espera.

Para san Ignacio, la espera tiene un significado activo. No puede separarse del concepto de amar y servir. La espera no es pasiva, es misionera. No es la espera del autobús, de dejar que el tiempo pase. Es una espera habitada, con cabida para nuestra acción, que nos enraíza en la vida. Es la que coincide con la esperanza cristiana.

Conclusión. Por qué soy un hombre de esperanza. Cristo, en la cruz, le dice al Padre: en tus manos pongo mi espíritu. Cristo muere no en la certeza, sino en la confianza. Él, verdadero Dios y verdadero hombre, nos muestra el camino, un camino que es posible.

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